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Opinió

08/03/2023

La interseccionalidad no es un apellido

Llegó el 8M y Valentina Manrique nos invita a reflexionar sobre cómo se construye la interseccionalidad. ¿Cómo poner los cuidados en el centro si no les damos espacio a las migras, las negras, las Kelly's, las sudacas? Porque un transfeminismo que no deje a nadie por el camino, también es hacerse cargo del privilegio del pasaporte y la nacionalidad.

Por Valentina Manrique para Revista Posidònia

Ya llegó la aguafiestas, la que separa la lucha feminista, la que habla de temas poco pertinentes, la hipersensible, la que quiere atención, la que molesta. Hoy toca hablar desde la rabia y el dolor. Esas emociones que a las pibas nos han repetido hasta el hartazgo que no nos pertenecen, que no son nuestras, que nos afean el gesto y nos sacan arrugas.

Hoy hablo, además, desde la rabia y el dolor que no sólo siento por un raCistema heteropatriarcal en su versión señoro, no. Hoy me permito rabiar con las que se dicen “compas”, porque eso también es legítimo, porque es necesario y porque escucharnos no solo es darnos la razón.

Poner la vida y los afectos en el centro -ese lema tan feminista® y que soltamos frescamente- también implica hacernos cargo del malestar que generamos, de las lógicas de mierda que reproducimos, de los privilegios que no reconocemos ni soltamos y de las violencias que ejercemos. 

Salirse y fugarse de los límites que nos marca el imperativo de la supuesta sororidad®, que tantas veces enmascara un silenciamiento, una invisibilización de esos discursos otros que no se quieren escuchar, que molestan, pican, arden. 

Llegó el 8M y se repite la misma historia en el activismo feminista en Menorca: ¿Dónde están las racializadas? ¿Dónde están las migras? ¿Por qué no conseguimos que se apunten a nuestras vainas?

¡Referentes, dar voz, visibilizar! Y yo cada año me pregunto para mis adentros ¿Y por qué no nos cuestionamos la blanquitud de los espacios militantes? Porque detrás de los slogans se nos están colando cosas.

Porque si queremos un “Feminismo que no se deje a nadie por el camino”  hay que desconfigurar y el imaginario de la salvadora blanca, que es la que marca el camino e “invita” a les otres a que caminen detrás. Porque no se vale invitar a los colectivos de migras, de musulmanxs, de kellys, de putxs, de loqueseaotro para que se apunten a la agenda blanqueada del 8M. Porque generar “lazos y sinergias”, hermanx, es descolonizar la agenda, es hacer la agenda juntis, o (imagínense incluso!) callarse el hocico. Pá invitar, invitar a vino tinto. 

Porque sí queremos un “Poner los cuidados en el centro” se tiene que hablar también de las redes de cuidados transnacionales, se tiene que hablar de quién cuida a tu abuela dependiente, de quién “ayuda a limpiar en casa una vez a la semana” también cuando fardas de que “con contrato, eh?” como si le hicieras un puto favor salvándole la vida. Si queremos hablar de cuidados, hay que estar atentis a cómo cuidamos a las que llegan, a las que quieren llegar y a las que quieren volver y no están pudiendo. Cómo acogemos -pero acoger en el sentido de compartir-, de tomarse una sopa, de juntarnos en la mesa, de pasear.

Cómo se hace cargo cada quién del privilegio del pasaporte y la residencia, y como sostiene y cuida el malestar, el desgaste, la incertidumbre y las preocupaciones de las compas sin papeles. 

Porque si queremos “conciliar”, hay que ir más allá de la mística de la feminidad heteropensada y de quién pone las lavadoras en casa. Se tiene que hablar de las condiciones precarizantes de les trabajadores del hogar en Menorca. Se tiene que hablar de las posibilidades de conciliación del trabajo no reg(u)lado. Si hablamos de “maternidades disidentes”, de “familias disidentes” hablemos de las familias diáspora, hablemos de familias elegidas, hablemos de familias fragmentadas.

Hablemos de que las migras y racializadas también nos fugamos de las normas sexogenéricas con garra propia y no prestada, aunque no quepamos en tus siglas elegetebé ni necesitemos salvación ninguna. Que deseamos y queremos ser deseadas (que no objetualizadas, ni fetichizadas). Que aguantamos dinámicas asimétricas y violentas que tienen que ver con el privilegio blanco y autóctono en los curros, en la calle, pero también en la cama, también en nuestras relaciones amorosas. 

Porque si queremos hablar de “Patriarcado y capital, alianza criminal” hay que hablar de les trabajadores en Menorca y las condiciones laborales deplorables, estacionalizadas y del mal vivir que afectan particular y ferozmente a las personas de géneros y sexualidades disidentes y marginalizadas. De cómo la gentrificación nos está echando de nuestras casas, que nunca fueron nuestras porque las currantas que no heredamos no accedemos a la propiedad. De los desahucios, de la infravivienda. Yo no sé si necesito un cuarto propio, necesito un cuarto digno.

Acceso a la vivienda, posibilidades de alquiler social, precios ajustados a la realidad salarial menorquina. Y todo el año, no solo en invierno. La Menorca en defensa del territori tiene tanto que aprender de las que defienden los territorios en otras latitudes…

Porque para hablar de un “Feminismo antipunitivo”  hay que tener en cuenta la ley de extranjería, hay que acuerparse en los CIES, hay que darse una vuelta por el talego menorquín (esa pared gris y fea entre Mahón y San Luis donde sorpresa! también hay módulo de mujeres) y ver a quien está privando de libertad a quien en esta sociedad menorquina en la que nunca pasa nada y tot a poc a poc i amb bones. 

Porque no nos valen las “políticas públicas feministas” si solo tienen acceso quienes tienen papeles. No nos valen si no permean en las oficinas de migración, en las escuelas, en los hospitales desde un discurso crítico, transformador y antirracista. No nos vale si la ley electoral nos ningunea. 

No nos vale tampoco  el “lenguaje inclusivo” normalizador y universalizador que relega a la anécdota graciosa las particularidades de esos otros castellanos que no son español, no nos vale el “lenguaje inclusivo” de quien no tolera faltas de ortografía o de quien exige el catalán como un imperativo inapelable… ni tampoco de quien se apropia acríticamente de palabras y conceptos haciéndolos “progres” sin respetar sus genealogías. “Hacemos tribu”, “te hago una limpia”. Dejémonos de joder. 

Porque no nos vale gritar a viva voz que somos “las nietas de las brujas que no pudisteis quemar” y luego relegar a lo salvaje/ignorante/exótico todas las prácticas ancestrales que curan y exploran desde otro lugar que no es la modernidad occidental. No vale jugar a las ceremonias y a los rituales. No vale irse al sur global con la mochila del quechua y las ganas de “encontrarse a una mismx” y “ser feliz con poco”. No se vale apropiarse, blanquear y lucrarse de conocimientos sin reconocer de donde vienen, despojándolos de su territorialidad, de sus genealogías. Dejémonos de joder.

Aquí escribe hoy una sudaca, marrón y bollera enfadada porque le pregunten en los encuentros “donde están las migrantes?” “donde están las racializadas?”. Pues aquí estoy y estamos muchas, queridx, no nos ves? 

Muchas estamos en el mismo encuentro que tú aunque no nos veas, intentando abrir brecha, meter bocáo. Estamos aguantando el peso de tu ojo blanco que invisibiliza cualquier realidad que se escape de sus prejuicios coloniales, por muy interseccional que te apellides el feminismo. No reconocer a quien tienes delante (o blanquearla para admitirla como interlocutora) no es un simple síntoma: es parte del mismo problema.

Yo y muchas estamos aquí. Otras se han ido, otras no quieren estar, otras están activando desde otro lado, otra mirada. Otras siguen intentando permear las hostiles y duras barreras de la autoctonía, que también están presentes en los contextos militantes. Y tantas otras no están porque ya no están. Por esas también estamos. ¿Y tu, donde estas situade?¿Como te haces cargo?

Porque cuestionarse el privilegio es una cuestión de mirada y no de meter las palabras “antirracismo, cuerpo, intersección, privilegio” sin alma y donde suene bien. Es cuestionarse la mirada de ese ojo que no mira más allá de lo que dice ver… que se piensa que es un piropo decirme que “ya parezco más de aquí que de alli”, “que hablo muy bien el menorquín para ser de fuera”. 

Hay que cuestionar ese ojo que me/nos arranca las raíces porque le resulta más cómodo blanquear, despojar, asignar, categorizar, que aceptar que las categorías sudaca, migrante, racializada también son heterogéneas, ricas y diversas y no se limita al imaginario estereotipado que te enseñaron en la tele. Hay que cuestionar el porqué es más fácil cuestionar a la otra - “no pareces sudaca”, “bueno, tampoco eres tan morena”- que cuestionar las categorías en sí mismas, que oh! no-novedad: no son absolutas, ni son verdad, ni siempre sirven (pero esto ya lo sabíamos, no?) 

Dices que me tienes envidia y que a ti también te gustaría “estar morena todo el año”... Y yo sólo pienso que la blanquitud que traes no se quita con el sol del verano. 

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